No hay nada que hacerle, tarde o temprano llegan las discusiones en la pareja y estar preparado para afrontarlas es una buena manera de aprender a discutir sanamente, evitando peleas mayores.
Usualmente las discusiones en sí mismas no deberían ser un problema, sino que lo que representa realmente un problema es no saber controlar las emociones y los sentimientos como la bronca, los celos, etc. El primer paso para una discusión sana es comprender que no es una competencia ni una carrera. También hay que comprender que discutir es cosa de adultos, por o que si actuamos como unos infantes, totalmente impulsivos e inmaduros, diciendo todo lo que se nos ocurre o nos viene a la mente sin pensar antes de decirlo.
Una discusión es comparable con una negociación, con el conceder, con el ceder y tomar. Lo más probable cuando comience una discusión es que se comience a pasar de 0 a 100 en menos de dos minutos, inundando nuestro cerebro de palabras y emociones que lo bloquean y “nos ciegan” de cierta menara, terminando por reprocharle a la pareja cosas viejas del pasado, insultos, mezclas de frustración y enojo, con gritos, amenazas…en fin, caminos que no llegan a ningún lado.
El mejor camino siempre ante una discusión es dejarlo para más tarde, pero cuidado esto no significa dejar de discutir y no volver a mencionar más el tema, sino calmarse, dejar que se apacigüen los ánimos, y comenzar a ver el problema desde otra perspectiva, porque como hemos dicho, discutir es saludable pero pelear es destructivo y no beneficia en nada a la pareja.
El secreto de una buena discusión es lograr un punto intermedio, ceder pero pedir algo a cambio, llegar a un puerto en donde ambos puedan atracar sus naves, un puerto neutral o que los beneficie a ambos, en vez de ganar uno y perder el otro, porque en definitiva todas las decisiones que se tomen en relación a la pareja, son para sí misma.